¡INTERESANTE! Notas de la autora...

jueves, 30 de septiembre de 2010

PARTE 42

Ding·Dong, y el olor a comida china se percibía antes de abrir la puerta. No se que me sorprendió más… ver que en la puerta estaban Carlos y Mateu y que, muy a mi pesar, parecían conocerse y llevarse a las mil maravillas… o que el atuendo de Mateu era prácticamente un pijama.
-Hola! Con que este es el famoso Mateu? –dijo abrazándole entre risas
-Como que “famoso Mateu”? –le respondió, al parecer, sin saber quien era él
-Mateu, Carlos es el hijo de mi psicóloga, ha estado presente en alguna sesión
Su cara cambió automáticamente.
-Bueno, toma esto, no se enfríe- me dejó caer sobre las manos las bolsas de comida y entró sin darme dos besos en busca de su hermana. Mientras ellos hablaban en la cocina Carlos destapó una botella de vino que traía de casa.
–Ahora que estamos solos –dijo mirando alrededor- ¿Para que querías que viniera?- en aquel instante salió Sani en busca de vino para ella y su hermano
-No pude evitar salir al escuchar como descorchabas la botella, pon un poco para nosotros, seguiremos hablando dentro, vale?
Una vez entró de nuevo en la cocina la cara de Carlos era todo un poema
–Creo que se quien le ha hecho eso, quieres una consulta o es cosa mía?-
-No exactamente, quiero que intentes comprobar, muy sutilmente… sin que ella se de cuenta, si no quiere denunciar por miedo o por que realmente piensa que es inútil.
-Vamos, que ella no va a saber que soy psicólogo
-No, le diré que eres el hijo de mi psicóloga, y nada más
Mientras tanto, en la cocina la conversación entre Mateu y Sani daba un vuelco a mi “plan”.
-Oye, como que el amiguito que se ha traído Mónica es muy guapo, no?
–A que te refieres con “amiguito”?
-Después de que tú la llamaras llamó a alguien, ahora supongo que es él… y al despedirse dijo “Un besito” –la cara de Mateu no podía esconder cuanto menos, desagrado
-No me gusta esa relación
-No te gustará nunca ninguna relación de Marta con cualquier otro hombre que no seas tú
-Tú no le conoces
-Tú si?
-Si… recuerdas que antes de Marta yo iba de flor en flor?
-No me digas más….
-Efectivamente, él era el famoso Carlos, el que me acompañaba.
-pues no se hasta que punto ella pueda tener algo con él
-Le conozco… ya habrá pasado de todo.


-Por cierto… cuando cojones me vas a decir que haces en pijama?

lunes, 20 de septiembre de 2010

PARTE 41

El telefonillo comenzó a chirriar… ya estaba en la puerta. Fue instantáneo: Sani se dirigió hasta la entrada y descolgó el escandaloso aparato, para no escucharlo más. Se acercó hasta la salita y, sentándose en frente mía, dijo un hipócrita: -No entiendo nada-. No supe más que mirarla, acompañarla con una mala presencia y suspirar a modo de involuntaria dejadez ante su falta de decisión.
El teléfono comenzó a sonar desde el interior de mi bolso, ella me lo acercó
-¿Dígame..?
…hola…
…si, está conmigo…
…no, por?...
…enserio? Por mi bien…
…si, si… me encanta…
…no, pide para cuatro.
-Quien era? –preguntó antes de que me diera tiempo a darle al botón rojo tras separar el teléfono de mi oído
-Tu hermano –contesté realizando automáticamente otra llamada
-A quien llamas ahora?
-Carlos?...
…si, si tranquilo…
…nada, han pasado un par de cosas, te importaría venir comer a mi casa? Vendrán dos personas a las que creo que te interesa conocer…
…efectivamente…
…gracias, cuando quieras, de aquí a una hora estaría bien…
…un beso.
-Un beso?
-Efectivamente

sábado, 11 de septiembre de 2010

PARTE 40


Realmente merecería la pena? Y mi autorespuesta resulto afirmativa. Ella me miró, como si supiera perfectamente que al salir por la puerta lo llamaría para hablar, y sus ojos me reflejaron un miedo que se me trasladó calando hondo. Accedió finalmente a acompañarme, aun le temblaban las piernas, y prefirió quedarse a las puertas de la cervecería en la que nos habíamos citado.

Me pidió muy educadamente que él no supiera que ella estaba fuera, entré… y ahí, sentado en su postura mas frecuente, me saludó con un wisky en la mano. Me senté enfrente suya y mi saludo se conjugó con la frase: -te juro que como vuelvas a ponerle una mano encima, pedazo de hijo de puta, te dejo tuerto de la hostia que te meto- y he de admitirlo, me sorprendió mi refinada delicadeza, fuera de ironías. Y me limité a, conforme sus ojos se ensangrentaban, levantarme lo más rápidamente que me fue posible y echar a correr, en un automático acto de protección hacia Sani. Él, gracias al alcohol, resultó más lento.

jueves, 9 de septiembre de 2010

PARTE 39


Veía la televisión en el sofá cuando ella apareció diciendo –Me duele mucho la cabeza- apagué instantáneamente el televisor, y la miré de arriba abajo. Sujetaba con fuerza la sábana con la que se enrollaba el cuerpo tan pudorosamente. –Normal- afirmé volteando otra vez mi cabeza
y quitando los cojines que habían a mi lado en un intento de decir “siéntate conmigo” sin palabras, y me obedeció. Cogió uno de los libros que se amontonaban sobre mi mesa de café, ojeó sus dos tapas y, al abrirlo preguntó:
-¿Cuantos años tiene este libro?
-Lo cierto es que tiene pinta de tener bastantes años. –se lo arrebaté de las manos- Tomás los tenía apilados en cajas en el trastero, empecé a sacarlos el otro día
-Bueno –dijo ella tomando nuevamente el libro- pues yo los iría revisando
-Por?
-Creo que ya se que son todos estos libros. Tú y mi hermano comenzasteis a comprar libros como locos, ediciones antiguas de los que considerabais “obras maestras” o “autores emblemáticos”. Él guarda la estantería en la que ibais a colocarlos… te puedo asegurar que es más incomodo de guardar.
-Por que no lo intentó?
-Yo estaba en medio.
-finalmente, él está en tu casa... tu te lo has quedado
-Y yo en la tuya –se hizo el silencio, y tirando de mala manera el libro en la mesa añadió- es como si hubiésemos tirado dos años y medio de cuatrovidas a la basura. Suena divertido, divertido que te cagas, menuda mierda…

domingo, 5 de septiembre de 2010

PARTE 38


Al fin parecía haberse dormido. La escuchaba toser de tanto en tanto… y yo trajinaba por la casa, recogiéndola, intentando hacer el mínimo ruido posible. Era incomprensible aquella sensación de alejamiento. Insufribles me resultaban sus inseguridades, su incapacidad para denunciar aquello. El hombro que asomaba bajo la sabana se teñía poco a poco de un tono gris. No hay excusas que valgan, pensé, y me acerqué para taparla bien. A mi gesto respondió con un inconsciente escalofrío al suyo, muy conscientemente, respondí yo con un beso en la frente. Tenia miedo de tantas cosas, seguramente a ella le pasaba igual. Tenía miedo, entre otras cosas, de no saber realmente quien era la chica que dormía en mi cama.